Bien, partamos de que yo, Ernesto Olano, tengo mi particular y subjetiva idea de cuáles deben ser los pilares sobre los que debemos asentar una buena novela. Por eso, partiendo de mi propia experiencia, a lo largo de este post voy a intentar ser práctico con la única intención de que no nos diluyamos en conceptos abstractos y podamos escribir algún día un bestseller.

He leído mucho, incluso me he descargado cientos de muestras gratuitas de Amazon y de muy diversos autores solo por estudiar su estilo. He leído mucho post sobre escritura. He realizado cursos. Me he leído “Mientras escribo” de Stephen King (importante dato). Pero sobre todo he escrito mucho y, gracias al ensayo- error, he aprendido lo mío. Vaya por delante que nunca se deja de aprender y en ello estoy. Y vaya también por delante, que las aquí vertidas son mis opiniones y nada más que mis opiniones.

De acuerdo; dicho esto, empecemos con lo que nos interesa. Primero voy a dividir mi artículo en diferentes puntos que luego desarrollaré. Los puntos son los siguientes:

Tema. Dos ideas.

-Documentación. Personajes. Planificación.

-Vocabulario. Párrafos. Diálogos.

-Ritmo.

-James Joyce. Viaje del héroe.

-Revisión

-La opinión de expertos.

-Resultado final.

 

TEMA. DOS IDEAS

Bien, está claro que lo primero que hay que tener es una buena idea y ganas de contarla. Aquí yo haría un inciso, ¿con una sola idea basta?

Si nuestra intención es la de escribir una novela que guste, que enganche y venda, lo mejor es empezar por mezclar un par de ideas o temas; tampoco más. Abarcar muchos temas en una sola novela, además de complicado, satura y no es buena opción cargar al lector, menos aún al lector de hoy día (con mucha oferta y poco tiempo).

¿Por qué digo lo de las dos ideas? Porque ahí es donde ganamos en profundidad. Donde digo ideas también pueden ser géneros o subgéneros. Ejemplos hay muchos: ‘El nombre de la rosa’ y su novela policíaca dentro del clasicismo de Dante. Dan Brown y mezclar la biblia y la religión con la actualidad y el suspense. ‘Crepúsculo’ y mezclar vampiros con Romeo y Julieta… Y la lista sigue: ‘Harry Potter’, ’50 sombras de Grey’ (aunque no esté muy bien escrita)… Siempre dos ideas que se mezclan para crear algo nuevo. Aunque cuidado con la originalidad, pues está terminantemente prohibido desmarcarse de lo creíble. Hay que crear una atmósfera dentro de la cual el lector se pueda ubicar. La ciencia-ficción es posible solo gracias a ese escenario creíble que los autores saben levantar en torno a su historia.

Dos ideas y no más.

 

 

DOCUMENTACIÓN. PERSONAJES. PLANIFICACIÓN

Para crear esa atmósfera en la que se van a desarrollar los hechos, lo primero que hay que hacer es trabajar el conocimiento. No podemos escribir sobre aquello que desconocemos, si caemos en la precipitación nunca podremos deleitar al lector con esos detalles que tanto necesita para poder dejarse llevar.

En mi opinión, Google es una enorme suerte, pero tiene sus limitaciones. Pocas cosas son más enriquecedoras que leer otras novelas similares a la que queremos escribir.

Al documentarnos surgen nuevas ideas e incluso personajes que inundarán nuestra novela de matices.

En cuanto a la planificación de la historia y la creación de nuestros personajes, os voy a ser sincero, existen dos posibilidades, aunque yo solo comprendo una como viable: trazar cada escena con antelación y medir la trama hasta tener cada centímetro de nuestra futura novela en la cabeza (o en bocetos). La otra opción es improvisar, pero sabiendo que una vez puestos a escribir siempre hay personajes o escenas que se nos desmadran, me parece una elección abocada al fracaso. Tenemos algo que queremos contar y debemos saber cómo hacerlo. Qué no nos venzan las ganas de llenar páginas.

En definitiva, documentación y planificación. Este es un muy buen consejo. Otro muy bueno es no crear más personajes de los que podamos controlar ni crear personajes huecos. Cada uno debe tener un propósito. Esto es literatura. Personajes con significado, por favor. Es mi humilde opinión.

 

 

VOCABULARIO. PÁRRAFOS. DIÁLOGO

Sigo adelante. Intento ir al grano, ser breve y conciso, y en ese propósito me meto ahora con el vocabulario que debemos emplear y con la conjugación de verbos, subordinadas y demás herramientas que nos brinda la madre lengua.

Escribir para contar y no para alardear. Escribir para emocionar y no para recorrer el tomo de sinónimos y antónimos desde la A a la Z. No hace falta utilizar palabras que no conocemos ni liarnos en frases kilométricas. De verdad, una novela no es un examen. Hay ocasiones en las que menos es más y esta es una de las veces. Escribir con opulencia es un error que denota inseguridad y el lector enseguida se da cuenta. Yo en concreto soy partidario de intercalar frases cortas con alguna más larga, sobre todo dependiendo de si estamos en un momento de acción o si, en realidad, lo que pretendemos es expresar sentimientos más complejos. En la variedad está la virtud y debemos jugar con los ritmos para evitar caer en la temida linealidad.

Esto es aplicable también a los párrafos. Mejor utilizar cada párrafo para expresar un pensamiento. Lo ideal es comenzar con párrafos un poco más largos y según se va acelerando la trama reducirlos. Párrafos largos es lo mismo que pensamientos elaborados y párrafos cortos es lo mismo que pensamientos concretos y directos. Una vez más es bueno intercalar. Si abusamos de los párrafos cortos al final el lector se aburre por no encontrar sorpresa ni variedad en ellos. Cuanto más cerca estemos de los momentos de giro que plantea la novela, más acortaremos los párrafos para luego volver a estirarlos.

Y aquí es donde me sincero: soy un fan total del verbo decir. Me explico. Los diálogos que mantienen nuestros personajes deben ser lo suficientemente enfáticos y significativos como para no acotarlos con verbos como exhortó, espetó, declamó, barboteó… Todos estos verbos a los que no estamos acostumbrados, sacan al lector de la novela y lo distraen. Una vez más los protagonistas son nuestros personajes y no el narrador con sus excesos lingüísticos. El verbo decir es invisible y eso lo convierte en comodín.

 

 

RITMO

Y llegamos a uno de mis puntos favoritos, más que nada, porque aquí sí que voy a ser muy práctico. Si bien el ritmo ya lo he ido tratando al hablar sobre la longitud de las frases y sobre el juego que nos puede dar la métrica de los párrafos, aquí sí que soy del todo directo. Un estudio realizado por especialistas de la Universidad Stony Brook de Nueva York  dictamina que las novelas donde abundan las conjunciones “y” y “pero” resultan más ágiles de leer y amables. Dato importante este. Tengámoslo presente por ser un recurso sencillo y que funciona.

En cuanto al uso de adverbios, mi opinión es la siguiente: nunca abusar de ellos, menos aún de los terminados en -mente. Acaban saturando y no queremos eso, sino todo lo contrario.

Tener delante frases bellas es un deleite, pero nuestro fin es contar y no podemos discriminar esta parte en favor de una escritura meramente estética. La belleza muchas veces viene de la precisión y ahí es donde tenemos que invertir tiempo, en ser certeros con el uso del lenguaje. Elegir bien los adjetivos es un arte. Para qué decir que el árbol era alto, estirado, con muchas hojas verdosas y ocres, con un tronco áspero, duro, agrietado, lleno de nudos, parduzco… si podemos decir que el árbol era soberbio. Economía del lenguaje.

A mí me encantan las comparaciones, los símiles, las metáforas, pero mucho cuidado para no caer en tópicos manidos y creer que al recurrir a estas figuras retóricas somos unos fenómenos. Racionar y emplear con creatividad y siempre con la intención de aportar valor al texto.

 

 

JAMES JOYCE. EL VIAJE DEL HÉROE

Existe una fórmula empleada para contar historias y que nunca pasa de moda. En el fondo, a los lectores, nos gusta poder estructurar la novela que tenemos entre manos y que siga unos patrones que ya tenemos interiorizados. Sorpresas, sí, pero las justas. Y para ello os dejo este esquema que nos ayudará, como escritores, a estructurar de una forma atractiva nuestra historia. No es necesario seguirlo a pies juntillas, pero sí conocerlo para luego jugar con las distintas posibilidades que se nos puedan antojar.

James Joyce, en la gran mayoría de sus obras utilizó el viaje del héroe y nadie se aburrió nunca de leerlo. Es más, es todo un clásico.

 

 

REVISIÓN

Una vez hemos puesto el punto final a nuestra novela es cuando empieza la revisión, por eso me gusta dirigirme a mi trabajo como borrador, ni siquiera como manuscrito. Y le llamo borrador por dos motivos: uno, porque aún le queda mucho para ser una novela acabada; y dos, porque seguro tendremos unas cuantas partes que eliminar.

Leer en voz alta ayuda mucho a comprobar ritmos, sonoridad y, sobre todo, a detectar aquellas partes sobrantes o que no encajan. En estas partes es donde invertiremos tiempo. Según cuenta Stephen King, tras la primera revisión el texto suele adelgazar aproximadamente un 10%. En mi caso suelo rondar el 15%. No importa, también hay partes que trabajo un poco más y acabo estirando.

Importante; siempre dejo para el final el primer capítulo y más concretamente el primer párrafo. No creo que debamos atrapar a los lectores con un inicio apoteósico, pero sí dejarles claras las preguntas que el autor va a pretender resolver y el tono en el que van a transcurrir los sucesivos capítulos. Es importante no crear falsas expectativas y que el lector se pueda introducir en la novela con convicción.

Es muy posible que tras la primera revisión haya una segunda e incluso una tercera. Es lo suyo si queremos enviar nuestro manuscrito a las editoriales o a quien corresponda, lo más redondo posible.

 

 

LA OPINIÓN DE UN EXPERTO

Una vez realizada la primera revisión o también la segunda, es muy pertinente que nuestro manuscrito vaya a parar a las manos de expertos lectores para que la obra pueda ser valorada y crezca.

Estos expertos en ocasiones los tenemos tan cerca como en nuestra propia casa. La lectura por parte de un padre, una compañera de trabajo o un cuñado, es de tener en cuenta porque siempre enriquece. Pero más interesante es la opinión de un experto. Hay gente que se dedica a ello y es conveniente contactar con ellos y pagar por sus servicios. Es mi opinión. Se aprende mucho gracias a estos expertos que podemos encontrar anunciados en las redes.

Qué quede claro que no me dedico a ello ni es mi intención vender nada de lo que yo no esté convencido.

Después de estas lecturas y estás opiniones vendría una nueva revisión y creo que ya llevamos tres.

 

 

RESULTADO FINAL

Es muy necesario revisar, pero también saber dar por concluido nuestro trabajo. No es fácil poner el punto final. No es fácil porque siempre hay una frase que mejorar, una palabra que cambiar, una coma que mover… Huyamos del síndrome del impostor. Si hemos llegado hasta aquí es porque no somos unos paquetes. No es fácil llegar tan lejos, luego, ¡enhorabuena! Pongamos un punto final y dejemos que nuestra novela vuele lejos de nuestras manos. Escribimos para ser leídos. Escribimos para compartir nuestros mundos y nuestras inquietudes.

Por eso, adelante escritores. En mi ánimo está seguir disfrutando de grandes novelas. La próxima tal vez sea la vuestra. Gracias por leer mi post. Espero que os sirvan mis consejos y que las letras sean vuestras mejores aliadas.

Escritores, escritoras; un saludo y al lío.