Lourdes, la señora de los gatos
Ella vivía en la calle, no exactamente por necesidad, que también, si no más que nada porque las calles para ella eran su vida.
Ella vivía en la calle, no exactamente por necesidad, que también, si no más que nada porque las calles para ella eran su vida.
Aquel pasillo siempre se lo imaginó bien distinto. Más claustrofóbico, mucho más estrecho, alargado, oscuro, quirúrgico; lleno de alfileres que se le irían clavando a cada paso mil veces en la nuca. Pero no.
Tengo que admitir que lo mío nunca ha sido la informática. Mi relación con las nuevas tecnologías terminó el mismo día que retiraron de las gasolineras las últimas cintas de cassette. Hasta ese momento fui evolucionando a rachas, se veía que no era lo mío, pero después de aquello, c'est fini.
Hacía siglos que no se abría aquella puerta, al menos desde la muerte del abuelo Tomás, pero la curiosidad me llevo a meter la llave, darle dos vueltas, clonc, clonc, y mirar a ver qué se ocultaba tras aquellas bisagras...